viernes, 10 de enero de 2014

Nómadas de nuestro destino

Nuestro inconsciente es una fuente inacabable de sorpresas.
No es fácil predecir lo que va a ocurrir y sorprende el desconocimiento de la versión final respecto de la percepción inicial.
El inconsciente se instala cómo dueño de la mente. ¿Es el inconsciente o es la propia realidad la que dirige nuestras emociones?
En el mecanismo emocional, hay en primer lugar una imagen que es reconocida por los órganos sensores, la emoción imperante de sustrato y finalmente una parte elegida de la memoria almacenada.
Esa realidad se proyecta hacia fuera y se concilia con la información que llega del exterior para diseñar la imagen de partida.
No sabemos las causas verdaderas de lo que nos pasa por dentro, "me lo dice la intuición", no nos damos cuenta de que decimos cualquier cosa y nos creemos lo que estamos contando del porque hicimos esto o aquello.
La intuición es una fuente de conocimiento tan válida cómo la razón.

Se sabe mucho menos del mundo interior, en el cerebro, que del universo que lo abriga. Se conoce muy poco del origen y proceso de los circuitos cerebrales.

¿Y si los aires de crisis que recorren las mentes de casi todas las sociedades no fueran sino la búsqueda de los nuevos mecanismos que permitan sustituir, uno a uno, los entramados que se edificaron hace diez mil años, al pasar del nomadismo al afincamiento agrario?

¿Y si no se hubieran dado cuenta todavía de que ha concluido el inmovilismo característico del asentamiento permanente en un lugar, de que las tensiones generadas por el nuevo nomadismo que comporta la sociedad globalizada están convulsionando los resortes anímicos de la gente común de manera insospechada?

La globalidad irreversible significa una sociedad mundial, un conjunto de relaciones de poder y sociales políticamente organizadas de manera no nacional-estatal y de otra parte, la experiencia de vivir y actuar por encima y más allá de las fronteras.

La sociedad del riesgo significa que el pasado pierde su fuerza determinante para construir el presente y en su lugar hace entrada el futuro, es decir, algo ficticio creado como causa de la experiencia y el quehacer presentes.
La sociedad, saciada y acurrucada en el status quo, experimenta por sí misma el miedo y por ello mismo, se activa y politiza en sus centros neurálgicos de manera involuntaria. 

"Cuando hablo directamente, o a través del correo electrónico, con un amigo de París mientras estoy sentado en California, cuando sigo la pista de sucesos políticos y culturales por todo el planeta sin salir de mi casa; cuando gobiernos y empresas de todo el mundo emplean datos personales míos sin que yo lo sepa ni pueda impedirlo; cuando compro desde mi casa a través del ordenador... ¿dónde estoy realmente y... quién soy?". 

La globalización, pone el tema de la comprensión y organización de la sociedad nuevamente al orden del día en el debate público. Se trata,"de un problema de identidad": ¿Quién soy yo? ¿a qué o a quién pertenezco? Tales son las preguntas clave de la segunda modernidad. 

La pregunta decisiva es si en las sociedades civiles y en el ámbito de la política pública de regímenes que se mueven en los grandes espacios puede surgir la conciencia de una necesaria solidarización cosmopolita. Los Estados transnacionales sólo son posibles mediante la concienciación sobre la necesidad de estos.

El concepto nómada se basaba en ocupar un lugar temporalmente, donde hubiera disponibilidad de un buen suministro de alimentos y/o poder explotarlos. Muchas sociedades calificaron a esos pueblos de forma despectiva, dado que comparaban su espíritu y realidad nómadas con lo primitivo y lo marginal, sin considerar su identidad cultural. Porque esos pueblos nómadas tenían una base cultural, con valores, con arte, con tradiciones, valores y una gran preocupación por la protección del medio ambiente. Debido a que siempre se encontraban ambientes hostiles para vivir, desarrollaron un instinto natural para cuidar de la naturaleza, sabedores de sus posibles necesidades futuras. 
La naturaleza siempre ha estado amenazada por sociedades sedentarias.

Hoy en día aún llamamos nómadas a los vagabundos, etnias gitanas, hippies...Tener alma de nómada no es tan extraño. Ir de un lado a otro, no tener que asentarse en un lugar por mucho tiempo, seguir conociendo nuevos lugares, nuevos pueblos, nuevas costumbres, nuevos olores, nuevos colores, nuevos paisajes. Celebrar fiestas distintas en lugares distintos. Respirar aromas nunca descubiertos. 

Los nuevos rumbos que han modificado los hábitos de los ciudadanos de la mayoría del mundo obligan a cambios constantes, y entre esos cambios también entran los de lugar de residencia. Estar en un lugar, echar raíces ahí y permanecer media vida ya no es lo habitual. Ahora se debe abrir la mente de otra manera, ya no esperando sino anticipando lo que puede pasar. No sabemos lo que va a venir mañana. Necesitamos estar despiertos y abiertos a todas las opciones. Hoy estamos aquí y mañana quién sabe. Nos hemos convertido sin querer en nómadas de nuestros destinos.

Debemos reciclarnos. Resetear nuestro disco duro. Y desde el cero volver a empezar. Vivimos tiempos efímeros. La duda es la constante. Y lo peor es eso: la duda. Todo pasa, nada queda. Cambios drásticos que cuestan de analizar y de entender. El sol sale cada mañana, sí, pero para cada uno de forma diferente. Vagamos por el camino de la inestabilidad, como nómadas.

Pero somos nómadas modernos, de otra generación, apoyados en amigos virtuales que siempre están lejos, en charlas sin voz, en escritos sin gestos, en amores sin fondo, en lágrimas sin rostros, en risas sin bocas, en tristeza acumulada, melancolía de lo que podría ser y no es, soledad que se amontona en un cajón de nuestra mente, hasta rebosar. Soledad del nómada, del que no tiene lugar. Nos faltan muchas cosas, pero lo saciamos consumiendo de todo, aunque no lo necesitemos. Nos faltan sueños, o quizá tenemos demasiados. Las ilusiones corretean alegres entre medio de nuestras realidades. Despertamos del letargo. Seguimos caminando. Seguimos anclados en el laberinto de las dudas y de la inestabilidad.

Habrá que seguir investigando, aprendiendo, dudando, errando una y otra vez hasta dar con la respuesta adecuada. Porque la realidad siempre supera a la ficción. Pero la ficción, a menudo, es tan sólo la cara oculta de la realidad.

“En un mundo superior puede ser de otra manera,
pero aquí abajo,
vivir es cambiar
y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”
(John Newman)